Una Vida, una Historia, una nueva Comunidad: mi testimonio
La idea de esta comunidad, y el
deseo de vivir una experiencia así, se ha ido fraguando poco a poco y con el
paso del tiempo.
Allá por el año 1995-96, después de vivir y pasar por una experiencia y situación difícil y dolorosa en el proceso de crecimiento y discernimiento de mi vocación, el Señor me mostró mi pobreza espiritual y humana cuando uno vive bajo el peso y la fuerza de la fragilidad humana sin Dios. Fue a través de una experiencia en la Renovación Carismática Católica cuando yo conocí a ese Dios vivo, Dios resucitado, un Dios actual y misericordioso. Fue cuando saboree la ternura y misericordia de Dios y no pude permanecer quieto, impune, indiferente. El Amor de Dios me llevaba mucho más allá de toda comprensión humana. El Amor de Dios entro en lo más profundo de mi ser y de mis propias miserias, haciendo que resurja de mis miserias, renazca y descubra la grandeza de Dios. Entendí que nada hay que me pueda y nos pueda separar del Amor de Dios. Sentí que el Amor de Dios es tan infinito y que nunca disminuye por más miserias que cualquier hombre posea. Pero comencé a sentir que si me hacia crecer inmensamente como persona y como cristiano. Jesús, el Hijo de Dios, encarna e imparte su infinita Misericordia y nos invita a nosotros a conocer a Dios no solamente como un verdadero Padre sino, como Padre de las misericordias. Por todo esto nosotros estamos llamados a ser los apóstoles de Jesús misericordioso, llamados a hablar de su misericordia, llamados a vivir envueltos en su infinita misericordia, estamos llamados a ser misericordiosos con los demás como Él lo ha sido con cada uno de nosotros. |
Otro detalle muy importante que el buen Dios me concedió fue en el año 2003, en mi primer encuentro y vivencia en Medjugorje (Croacia), pude sentir cómo María, con su poderosa y maternal intercesión sufre con dolor desgarrador los efectos crueles del pecado en sus hijos y en la Iglesia.
Ella nos invita continuamente a ponernos en pie, a liberarnos de tantas heridas interiores que nos hacen impermeables a las gracias divinas.
La soledad es el mal que hace estragos en estos días no solamente en los consagrados, consagradas, sacerdotes, sino en todos los hijos de la Iglesia, en toda la humanidad.
Fue todo esto lo que más fuerte empezó a resonar en mi interior y a sentir un deseo por vivir una experiencia comunitaria que se dedicara con interés especial en atender estas necesidades.
Cuando compartí este deseo con algunos religiosos, en diferentes tiempos, me animaron a poner por escrito todas esas vivencias internas y deseos, de lo cual nació esta idea que se plasma en estos estatutos.
Reconociendo mi pequeñez y fragilidad pongo en manos de la Santísima Virgen María y de Dios de las Misericordias este proyecto sólo buscando hacer su santa voluntad en mí y en todas las personas que me confíe.
Padre Eliseo de Gea Gil
Ella nos invita continuamente a ponernos en pie, a liberarnos de tantas heridas interiores que nos hacen impermeables a las gracias divinas.
La soledad es el mal que hace estragos en estos días no solamente en los consagrados, consagradas, sacerdotes, sino en todos los hijos de la Iglesia, en toda la humanidad.
Fue todo esto lo que más fuerte empezó a resonar en mi interior y a sentir un deseo por vivir una experiencia comunitaria que se dedicara con interés especial en atender estas necesidades.
Cuando compartí este deseo con algunos religiosos, en diferentes tiempos, me animaron a poner por escrito todas esas vivencias internas y deseos, de lo cual nació esta idea que se plasma en estos estatutos.
Reconociendo mi pequeñez y fragilidad pongo en manos de la Santísima Virgen María y de Dios de las Misericordias este proyecto sólo buscando hacer su santa voluntad en mí y en todas las personas que me confíe.
Padre Eliseo de Gea Gil