Santos Protectores, Maestros de Vida
De Santa Faustina Kowalska (1905-1938) los Hermanos recibimos la llamada a
trabajar incansablemente, a imagen suya, en la difusión del mensaje de la Divina Misericordia.
Santa Faustina fue un alma sencilla y piadosa, mujer iletrada sin estudios
básicos, que Dios eligió para confundir a los sabios de este mundo[1].
A lo largo de su vida religiosa fue creciendo en pureza, humildad, obediencia,
pobreza, y amor a Dios y al prójimo. Para nosotros es el vivo ejemplo de que
Dios hace cosas grandes con los sencillos y humildes, si éstos confían en Él y
se entregan a la adoración de su Misericordia.
San Pío de Pietrelcina (1887-1968), fraile Capuchino, recibió la gracia divina de portar los Sagrados Estigmas del Redentor en su cuerpo. El Santo consagró su vida a reconducir a las almas a Dios, especialmente por medio del sacramento de la reconciliación (llegando a confesar más de catorce horas diarias) y la dirección de almas. Para nosotros, el Padre Pío es modelo de observancia religiosa, de sacerdote devoto y fiel a la Iglesia, y de dócil instrumento en manos de Dios para derramar su Misericordia en el mundo.
Santa Ángela de la Cruz (1846-1932), a pesar de su origen humilde, desde joven se entregó al servicio de los más pobres y marginados. Pese a las dificultades que tuvo para ingresar en la vida religiosa, finalmente fundó una nueva congregación, la Compañía de las Hermanas de la Cruz, bajo el signo de la redención: “Nuestro país es la Cruz, en la Cruz voluntariamente nos hemos establecido y fuera de la Cruz somos forasteras"[2]. Santa Ángela es para nosotros modelo heroico de abnegación evangélica, de vida religiosa austera, y de alegría en el servicio desinteresado y amoroso a los necesitados.
San Pío de Pietrelcina (1887-1968), fraile Capuchino, recibió la gracia divina de portar los Sagrados Estigmas del Redentor en su cuerpo. El Santo consagró su vida a reconducir a las almas a Dios, especialmente por medio del sacramento de la reconciliación (llegando a confesar más de catorce horas diarias) y la dirección de almas. Para nosotros, el Padre Pío es modelo de observancia religiosa, de sacerdote devoto y fiel a la Iglesia, y de dócil instrumento en manos de Dios para derramar su Misericordia en el mundo.
Santa Ángela de la Cruz (1846-1932), a pesar de su origen humilde, desde joven se entregó al servicio de los más pobres y marginados. Pese a las dificultades que tuvo para ingresar en la vida religiosa, finalmente fundó una nueva congregación, la Compañía de las Hermanas de la Cruz, bajo el signo de la redención: “Nuestro país es la Cruz, en la Cruz voluntariamente nos hemos establecido y fuera de la Cruz somos forasteras"[2]. Santa Ángela es para nosotros modelo heroico de abnegación evangélica, de vida religiosa austera, y de alegría en el servicio desinteresado y amoroso a los necesitados.